No juzgar
JUICIOS
Recuerdo a la
querida tía Amalita cuando, en las clases de Formación Humana, nos hablaba del
cuidado que debíamos tener al juzgar a los demás. Ella decía “mira lo que haces
cuando apuntas a otro, con tu dedo índice estás señalando al otro pero tus
otros tres dedos doblados te apuntan a ti”. A pesar de esa advertencia, que nos
repitió año tras año, una y otra vez me encuentro criticando a alguien. ¡Y
cuántas veces lo que critico a los demás, son mis propios errores!, sólo que no
los veo.
A veces, la
intolerancia me lleva a juzgar a las personas. Por ejemplo en misa, cuando un
niño juega o llora, me molesta que la persona que lo acompaña no le enseñe a
comportarse o por último que lo saque o lo lleve atrás. Tengo que hacer un
esfuerzo para concentrarme en la celebración y pedir al Señor aumente mi
caridad y mi tolerancia hacia los demás, en especial hacia aquel que me
molesta.
Hoy Kempis,
en su libro Imitación de Cristo, me indica una razón más para evitar emitir juicios
sobre los demás: “ No debemos confiar demasiado en nosotros mismos porque
frecuentemente nos faltan el buen juicio y la gracia”. Y además “Nunca serás
suficientemente devoto y recogido si no callas las cosas ajenas y atiendes con
especial preocupación a ti”.
En vez de
criticar y juzgar a los demás, más ganaremos mirándonos a nosotros mismos. Sí,
eso haré. Cuando caiga en la tentación de hacer juicios y críticas a los demás,
trataré de mirarme a mí misma, para conocerme, para criticarme, para ofrecer
mis debilidades y mis errores a Dios y para pensar en una mejor forma de pensar
y de actuar, que sea agradable a Dios y me haga ser una mejor persona.
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