Cuando deje de ser mandona...


¿Soy mandona? 

En realidad no sé. Pero intento no serlo abriendo mi mente al cambio, buscando vivir de una manera coherente con lo que pienso y siento.Disfrutando cada momento que paso con las personas que amo.

1. Me ayudó el autoconocimiento. Empecé a descubrir actividades que me gustan y decidí realizarlas sola o con personas que coinciden conmigo, me siento feliz si mi esposo y mis hijos me acompañan pero les doy libertad para hacerlo, sin enojarme si no quieren participar. No hay cosa mejor para aumentar la autoestima que conocerse y valorarse. También hay que identificar los malos hábitos y malas actitudes que se debe cambiar, tomar conciencia de ello y buscar la forma de cambiarlas, si es necesario pedir ayuda profesional para lograrlo.

2. Me dí libertad de acción y se la permití a todos mis seres queridos. Esto me cuesta un poco, porque siempre quiero hacer cosas juntos, pero así como yo puedo disfrutar de hacer lo que me gusta, mi esposo e hijos disponen de su tiempo libre. Y me siento feliz cuando los veo divertirse en actividades que a ellos les complace. Aunque muchas veces es una prueba de confianza, de amor y de paciencia.

3. Aprendí a explicar mis razones sin tratar de imponerlas. Para que me avisen al salir, adónde van y a qué hora volverán. Así no me estoy haciendo historias que me causan ansiedad y temor. Trato de evitar hacerme dramas en mi mente si llegan tarde o no avisan donde están. También cuando necesito que me acompañen en alguna actividad familiar, social o religiosa o compartir la de ellos sin criticar ni censurar.

4. Comprendí la importancia de hablar con sinceridad y actuar con rectitud para mostrar respeto y tolerancia en las relaciones interpersonales, para evitar situaciones que incomodan al otro, para ser coherente con la fe que profeso y el amor que siento por mi esposo y por mi familia. Y sobre todo para aceptar a los que piensan, creen y sienten diferente a mi.

5. Practico la buena educación. Trato en todo momento cuidar mis modales. Procurando usar el tono de voz adecuado y ser amable con todos. También aprendí a tomar distancia cuando me siento malhumorada, cansada o cuando los temas polémicos pueden llevar a una discusión en la que me costará contenerme. No busco contentar a todos ni adularlos, simplemente procuro ser agradable como espero sean conmigo.

Esas son algunas actitudes con las que he logrado mejorar mi autoestima y mis relaciones familiares ¡y estoy dejando de ser mandona! Ahora estoy aprendiendo que amándome a mí misma puedo amar a los demás y como es el amor de Dios que me inspira no necesito estar "mandoneando" a nadie ni dejandome "mandonear". Ahora por amor a Cristo Jesús busco complacer a los demás y la misma atención y cuidado recibo de los seres que más amo: mi esposo y mi familia.


Comentarios

Entradas populares de este blog

"Sáname Señor" - Ricky Penman Schmidt

¡Viva Santa Cruz!

Y al final me llamaron Patricia

LAUDATO SII, MI SIGNORE

Para elegir terapeuta