La conversión

El camino de la conversión es largo, doloroso y a la vez gozoso.
No es ser masoquista descubrir que en el dolor hay gozo, cuando el sufrimiento te eleva el espíritu y te sana las heridas del alma.
La conversión no se da inmediato, es un proceso. Mientras no comprendamos eso, no seremos capaces de ser constantes y perseverantes en nuestro camino espiritual. Habrán tropiezos si, por eso los entendidos y con experiencias en este tema recomiendan vivir un día a la vez.
La conversión no es sólo creer en Dios. Comienza con una experiencia espiritual y única que te marca la vida. A partir de ahí, si lo permitís y estás dispuesto a reconocer tus errores y faltas, a perdonar ofensas, a pedir perdón, y reconocer a Cristo como tu Salvador, empezás a sanar el alma. Y cuando comenzás a sanar las heridas del alma, vas recibiendo las gracias de Dios.
Lo primero que hay que entender es que nuestro ser humano se compone de cuerpo, espíritu y alma. En el proceso de conversión podemos sanar las tres áreas, para ello tenemos que recurrir a los especialistas de cada área.
Para sanar el cuerpo vas al médico o te hacés un plan para cambiar hábitos malos para tu salud y adquirís nuevos para sentirte saludable.
Para sanar el alma, que comprende la mente, las emociones y la voluntad tendrás que recurrir a guías espirituales, psicológos, terapeutas, en fin, necesitarás un oído entendido que te ayude a descubrir, aceptar y curar las heridas que no te dejan recibir las bendiciones de Dios.
El Espíritu queda sano, cuando abrís tu mente y corazón para escuchar a Dios. Decidís creer en Dios, escucharlo y obedecerlo.Al reconocerlo como tu Dios, estás dispuesto a orar mucho para comunicarte con él, para recibir el Espíritu Santo y con Él todas las gracias que Dios te regala. Y por supuesto te acercás a una comunidad, a una iglesia donde el encuentro con Dios te llene de amor y gozo.

No siempre entendemos los caminos por los que nos lleva la conversión y podemos errar, por eso si estás empezando este proceso tenés que pedir constancia y perseverancia. Tendrás días muy dolorosos, cuando enfrentés tus miedos, tus faltas, tus culpas o las ofensas recibidas, pero con el llanto de esos días liberarás tu alma que ha sufrido por mucho tiempo. Los días más hermosos serán en lo que Dios te dejará sentir su mano protectora, su corazón amoroso y misericordioso, en los que sentirás como te toma, te abraza, te besa, esos días serán de gozo.

Así estoy viviendo mi conversión, no será la misma que la tuya, cada persona tiene su historia.
Conocí a Dios desde niña, cuando mi madre, mis tías, mis abuelas, me hablaban de Él o me enseñaban a rezar.
En mi adolescencia tuve un encuentro precioso, Cristo me llamó a seguirlo, pero fui como esa semilla que cayó en mala tierra. Y seguí otros caminos.
Mi conversión verdadera comenzó en Asís, cuando me arrodillé ante Dios, me reconocí pecadora y pedí la misericordia de Dios. Él fue bueno, siempre lo es. Desde entonces mi vida cambió, no pude ser ya la misma.
En diciembre se cumplirá dos años de esta experiencia, desde entonces voy del dolor al gozo.
Ya no le temo al llanto porque ahora sé que todo dolor me llevará al gozo de estar cerquita de Dios.
Tampoco me desanimo por el tiempo, hay un día para llorar, otro para reir, los mejores son aquellos en que los dedico a alabar a Dios.



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